No me cansaré de repetir que lo mejor de escribir es, más que tus propias palabras, las que después te llegan de quienes te han leído. El otro día volví a comprobarlo con creces. Decenas de correos de desconocidos (que dejaron de serlo) y mensajes de mis amigos por Facebook, me transmitían hasta cotas que quizás ningún otro artículo había logrado, una larga cadena de reacciones tras publicar Victoria. Al número abultado de comentarios, que todavía seguía recibiendo -como viejas sacas de cartas- pasadas las primeras horas de la madrugada, he de añadir un dato que aún hace más grande este regalo de la gente: y es el hecho de que esta avalancha de correspondencia haya tenido lugar un domingo y, para colmo de mis venturas, un domingo en pleno verano.
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✍️ José María Fuertes fuertesaguilar@hotmail.com