Mairena del Aljarafe fue el pueblo donde nació mi padre y los avatares de la vida han acabado haciendo que yo también me sienta mairenero y sevillano, al igual que él lo fue con legítimo orgullo durante toda su vida. El pueblo y la metrópolis, geográficamente tan cercanos, se unen en mi caso por el vínculo de la gratitud filial, los recuerdos y los sentimientos más íntimos. Ni quiero ni puedo renunciar a mis raíces, que están en esa bella localidad ahora convertida en una gran ciudad sevillana con alma de pueblo aljarafeño.
Es Mairena el corazón de todo el Aljarafe, que no en vano su término municipal colinda con San Juan de Aznalfarache, Tomares, Bormujos, Gelves, Almensilla, Bollullos de la Mitación y Palomares del Río. Lo fue cuando todos esos municipios eran pueblecitos pequeños y lo es también ahora, que todos ellos son ya parte importante del área metropolitana y de la propia Sevilla de este siglo XXI, sólo con el Guadalquivir de por medio.
CIUDAD JOVEN Y PUEBLO CENTENARIO
En la actualidad Mairena es una importante ciudad con más de cuarenta mil habitantes, que estadísticamente no superan los cuarenta años de edad. Es ciudad dormitorio pero también lugar de ubicación de múltiples empresas comerciales y de servicios, contando con uno de los más importantes parques industriales de esa primera corona metropolitana en la que está emplazada.
Su proximidad a Sevilla y la inminente inauguración del metro la hacen enclave privilegiado para vivir respirando la paz del Aljarafe, en ese espacio único donde se asentaron los romanos atraídos por la fertilidad de sus tierras y siglos después los musulmanes, que la llamaron Maharana o Hato de Pastores, hasta que fue conquistada por el rey San Fernando sin necesidad de usar las armas, lo que en el escudo de la villa queda simbolizado por el campo de plata que le sirve de fondo y sobre el que aparece el olivo centenario. REMANSO DE PAZ EN EL CASCO ANTIGUO
Esa ciudad joven y moderna, tan habitable como populosa, se extiende hacia los cuatro puntos cardinales rodeando el casco antiguo e histórico, que es el pueblo pequeño de casitas blancas donde hoy viven los nietos y bisnietos de quienes hace décadas ya nacieron allí porque también habían nacido allí sus padres. Recomiendo al lector que visite ese remanso de paz que es la Mairena de siempre, hoy denominada casco antiguo en las señalizaciones de tráfico. Allí podrán disfrutar de la bondad, amabilidad y hospitalidad de los maireneros de nacimiento y también de la muy placentera fisonomía de un pueblecito típicamente sevillano, que mantiene fielmente su identidad urbana como si los siglos no hubiesen pasado por sus calles. Podrán recrearse con sus símbolos históricos, (Iglesia de San Ildefonso del siglo XVI posteriormente reformada, Arco de La Prusiana de 1772 o la llamada Casa de la Visreina), y disfrutar de los placeres culinarios más tradicionales en La Tarazana, Casa el Mudo o en cualquier otro bar o restaurante.
ROSARIEROS Y MERCEDARIOS
El pueblo de Mairena polariza su profunda y secular devoción mariana en dos Hermandades y advocaciones: la Señora del Rosario y la Virgen de las Mercedes, bellísimas imágenes veneradas en la Parroquia de San Ildefonso. Al igual que lo fue mi padre yo también soy rosariero y además he tenido la suerte de pregonar en Mairena la llegada de un nuevo octubre. Es muy recomendable vivir con la buena gente del pueblo, mercedarios unos y rosarieros otros, esas horas de gozo y alegría colectiva que se repiten los días más importantes del calendario festivo mairenero, cada septiembre y octubre, cuando la Madre de Dios procesiona triunfalmente por las calles engalanadas de Mairena. José Joaquín Gallardo Rodríguez. Decano del Colegio de Abogados de Sevilla.