
UN RELATO PRIMAVERAL
Sevilla escribe su propio prefacio en la noche víspera a la entrada de la primavera. Aunque esta traiga bajo del brazo una nueva borrasca con nombre propio, aún así, los naranjos en flor no mienten.
Antes de irrumpir en la Semana Santa, Sevilla en su cuenta atrás, se convierte en una vorágine de actos, culturales incluidos. La Cuaresma es ese estado de espera que va preparando el camino hacia el verdadero valor, la esencia espiritual donde una parte de la humanidad aguarda en el regazo de Cristo la Resurrección prometida. Así se lo hizo saber el propio Cristo al buen ladrón en la misma cruz, antes de entregar el Espíritu al Padre.
Esta tarde noche, he vivido una experiencia extraordinaria para mis sentidos, prestos a captar cuantos detalles manaban de la inteligencia de un personaje que no tardaré en desvelaros. Y eso que las paredes del Excmo. Ateneo están acostumbradas a multitud de actividades bajo el eco de la Generación del 27, ciertamente, desde la Calle Orfila, rezuma el aroma de la ciudad que deja prendido al mismo entendimiento. Y toda esta amalgama de sentimientos con reminiscencias a un Huerto de los Olivos, donde, para todos los presentes, trastocó nuestro ánimo que no estaba muy distante de conseguirlo a través de las palabras de un profesional de la medicina.
Al inicio de la conferencia, cuando el Presidente de la Docta Casa, el querido Emilio A. Boja, presentó al conferenciante lo hizo despojándolo de su condición de majestad, (puesto que este año había encarnado al rey Melchor en la Cabalgata) refiriéndose a él exclusivamente como profesional, como médico. No me voy a dedicar a dejar por escrito los méritos profesionales de Fernando de la Portilla de Juan, solo como apunte diré que acaba de ser nombrado entre los diez mejores médicos en su especialidad, de España. Pero como os digo, no es mi misión escribir el valor de su extenso curriculum. Me enriquezco más con el Fernando persona, perderme en su lado más humano, sobre todo sentirlo en las distancias cortas como incipiente y eterno amigo.
Escucharle hablar con la seguridad y un conocimiento aplastante sobre la materia, me ha abierto la mente, me ha sobrecogido el alma por momentos, tan especiales como su descripción del momento crucial cuando Jesús se encontraba solo desamparado de su Padre y de sus propios discípulos, mientras oraba en el Huerto de los Olivos. De nuevo el Huerto y unos olivos milenarios que recogen para sí el magnetismo divino de la mansedumbre de Jesús. Dios, pero no podemos obviar que vino a la tierra como hombre y como tal sufrió en su cuerpo y alma la ignominia humana.
El doctor de la Portilla, un hombre que perteneciendo a la ciencia, demuestra que ésta no está reñida con la fe, manifestándose públicamente a favor de la credibilidad de la Sábana Santa. En su magnífica exposición de esta noche en el Ateneo, Fernando en un alarde perfecto de comunicación improvisó un tándem pluscuamperfecto con mi otro querido amigo, Pablo Borrallo. Así, sin tener nada preparado, la ponencia se desarrolló conjugándose, al unísono, la parte de Pablo como historiador resaltando la pragmática realidad a través de las palabras de Fernando como médico. Además con sus silencios incluidos, solo interrumpidos por el Conjunto Omega que se ocupó de llenar los espacios de buena música. Y es que se puede hablar sin pronunciar palabra.
Su relato médico de la Pasión según Sevilla lo edita Sevilla Press, la editorial sevillana que cuenta con un editor de lujo dentro del ramo del periodismo. Miguel Gallardo, maestro de periodistas, propulsor en estas líderes está comprometido con la cultura deportiva y social, al mismo tiempo que con temas más recientes como ”Así fue la Magna de Sevilla 2024” o “ Esperanza Macarena Rosa de Oro”, amén de rescatar títulos como “Mi Cristo Roto”, libros tan señeros tal es “Como llora Sevilla” un importante y amplio repertorio en su lista de publicaciones.
En este que nos ha ocupado esta misma noche, nos llena el espíritu de la esencia humana de nuestro Redentor, devolviendo la mirada al mismo Padre Celestial, por ofrecernos a su Hijo a un mundo tan necesitado de su Amor.
Como broche de una tarde para enmarcar, y bajo el reflejo de la silueta del pintor de la verdad, la noche primaveral marcaba la hora de despedirnos, no sin antes desearles a Fernando y a su esposa, Eva, "tres mil" abrazos que acabaron convertidos en azahares. Como reflexión final, soy consciente de que vivimos inmersos en una sociedad donde la IA viene pisando fuerte, aunque junto a personas como ellos, nada es artificial y por mucho artilugio robótico que nos implanten, todo partirá de un sentimiento humano en la conquista de la verdadera amistad.

