LA RESPONSABILIDAD DE LA SONRISA
En un supermercado de Sevilla hay una chica que atiende la caja y que me llama poderosamente la atención. Sólo porque ella está allí querría hacer uno la cesta de la compra todos los días. No, no se trata de un atractivo físico -que lo tiene- ni de alguna exhuberancia tan propia de ensimismar a un hombre. Es más sencillo que eso, y también más difícil: es que sonríe como si fuera un milagro, una especie de oasis blanco en medio de tantos problemas como tenemos todos, y entre los que seguramente también se cuenten los suyos.