No tengo tantas fotografías como cosas he hecho. Esta es una regla normal que se da en la vida de cada cual. No llevamos pegado un reportero a cada paso que damos. No somos Madonna y tampoco había llegado la costumbre, como pasa ahora, de que hasta los móviles hacen fotos sin parar de todo lo que se mueve lo más mínimo. Pero soy consciente de que, tratándose de una vida artística, a muchos les parece inconcebible que ciertos momentos y determinados encuentros con famosos no quedaran en la impronta de una cámara. La verdad de esto es que yo tengo una incapacidad natural para llevar la mentalidad de hacerme fotos con personajes célebres, como quien va coleccionando la vanidad de mostrarlas después, de hacerse el importante por haber posado junto a los que realmente lo son. Sé incluso que se hicieron fotografías en las que aparezco con gente muy popular y no volví a preocuparme porque me las dieran. Algunas hubieran sido entrañables de conservar, como las que deben rodar por ahí junto a Sofía Mazagatos en una merienda particular en la finca de los Oriol, y donde ella se partía de risa con mis ocurrencias. También andarán, cualquiera sabe dónde, las que me hicieron con Bertín Osborne el día que firmamos juntos nuestros respectivos discos en el stand de los famosos que suele instalar EL Rastrillo. Y más, muchas más. Pero las personas, famosas o no, que forman o han formado parte de mi vida están en mi corazón. Quien quiera creerlo, bien; y quien no, también. Me es indiferente una credibilidad ante los demás merced a un album plagado de fotos, como el que exhibe un expediente académico o el currículo necesario para certificar que sus calificaciones no son inventadas. Tampoco he sido yo de típica casa de artista con las fotografías enmarcadas por todas partes como diciendo: anda que no soy importante. Yo no necesito inventar nada porque sé que todo fue verdad, aunque a veces, muchas veces, he de admitir que las cosas que me pasaban parecían increíbles y dignas de pellizcarme. Una de esas cosas que no quedó en fotos, por incomprensible que parezca, y me sonó a que las palomas, como por arte de magia, salieron de la chistera, fue el día que almorcé con Perales, ¡con José Luis Perales!, en su casa colgante de Cuenca.
🕐 15/06/2013 11:35
✍️ Prácticas
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