Tuve la oportunidad de conocer a Don Ernesto - como ahora ya sé que le conoce todo el mundo- hace dos años. Mi periódico puso en marcha el Día del Minibasket Gallego, una iniciativa única en Galicia por la que se reúne en el Multiusos de Sar de Santiago a casi 2.000 niños y niñas procedentes de colegios de todos los puntos de la Comunidad para que disputen encuentros entre ellos ellos durante más de diez horas, y el presidente de honor de la Federación Española de Baloncesto fue nuestro invitado de honor.
La mañana anterior me concedió una entrevista, sin duda una de esas que estoy segura de que recordaré siempre aunque me guste pensar que mi trayectoria en esta profesión no ha hecho más que empezar, porque además de no dejar de asombrarme su capacidad para recordar datos, momentos, nombres, situaciones y anécdotas, no pude evitar en ningún momento tener la sensación de estar ante una personaje único, pieza clave en la historia del baloncesto y, por extensión y sin que suene pretencioso, de la propia historia de nuestro país.
Esa misma percepción se repitió con motivo de la apertura del Máster de Periodismo Especializado en Baloncesto el pasado jueves 16 de febrero. Don Ernesto, tal y como hiciera en Compostela - en donde acudió puntual a las nueve de la mañana para recibir a los primeros escolares desafiando al frío y al cansancio- fue el primero en tomar la palabra en un gesto de bienvenida a la que durante treinta años fue su casa. Fue un detalle que puede pasarse por alto, que puede considerarse vanal, pero que a mí me emocionó, me llenó de orgullo y me reiteró en la consideración de 'persona excepcional' que ya me había formado.
En un mundo cada vez más dado a las vanidades, a las luchas de egos, a los codazos para figurar en las fotos, se agradecen enormemente muestras de cariño tan sinceras y esa fue la primera lección que recibí en un Máster que espero marque un antes y un después en mi trayectoria... Espero haber tomado buena nota.