En una espléndida biografía sobre Katherine Hepburn escrita por A. Scott Berg (Recordando a Kate), el escritor y amigo de la actriz le preguntaba qué era para ella vivir: Pensar que al día siguiente siempre nos puede suceder algo maravilloso. Sí, sé que puede sonar ñoño o excesivamente romántico, pero esto se puede trasladar también a nuestra profesión. Creo que lo mejor del periodismo es saber que nunca se puede planificar nada, que en cuestión de un instante toda una página o un trabajo puede cambiar o derivar en un enfoque diferente, y que te puedes acostar con un esquema perfecto sobre tus quehaceres del día siguiente y surge una noticia que te hace replanteártelo todo. Además, parte de nuestra obligación es reconoce que jamás lo sabremos todos, que hay que estar ávidos para aprender constantemente, y quizás por eso la charla de Juan Antonio Casanova, responsable de baloncesto de La Vanguardia, me cautivó desde el primer instante.
Hay cosas que por sabidas muchas veces las pasamos por alto y por eso los comentarios de este periodista catalán fueron para mí como un toque de atención. Reflexiones como las condiciones que tiene que tener un periodista: conocer el juego, dominar el idioma, rapidez y buscar un elemento distintivo en cada crónica no se deben perder nunca de vista, sobre todo cuando es la propia rapidez la que nos obliga a tirar para adelante, como comunmente se dice. Tener siempre en cuenta para quién escribimos es también una exigencia que cabe recordar, sobre todo cuando abunda tanto el erudito que considera una crónica casi como un púlpito o como una oportunidad única para disertar sobre tácticas o sistemas de juego.
Casanova nos alertaba también sobre un error que, en el caso de periódicos de ciudades pequeñas es el pan nuestro de cada día, como el problema de la proximidad con los protagonistas, que insistía nunca, nunca, nos deben hacer perder el criterio.
Supongo que acabaría siendo inútil hacer una lista sobre todos estos puntos y pegarla a nuestro ordenadores de trabajo, o grabar en una cinta las recomendaciones con el objetivo de escucharlas en el coche camino del trabajo, pero bueno, a mí, por lo menos el efecto Casanova ya me a ha durado, como mínimo, un mes, y prometo seguir alerta.