La base del oficio está en querer saber. Con esta lapidaria afirmación abrió su exposición Robert Álvarez, redactor del diario El País y último conferenciante del primer ciclo del I Máster sobre Periodismo de Baloncesto. Haciendo uso durante las dos horas de su ponencia de un tono sosegado, tranquilo y monocorde, Álvarez, quien reconoció tras ser presentado por Miguel Gallardo que entre sus virtudes no se encontraba la oratoria en público, explicó con la minuciosidad de quien conoce a la perfección los resortes y vericuetos del periodismo, las claves o ejes fundamentales sobre los que se articula el ejercicio diario de un oficio al que la irrupción de los denominados gabinetes de prensa o comunicación no le ha facilitado las cosas, sino más bien colocado un obstáculo más que fintar en el pedregoso camino.
Suele suceder que el periodista de prensa, radio o televisión, coloca siempre en el ojo del huracán a un tipo de periodismo que, es verdad, más tiene de contenidos publicitarios que de meramente informativos, como es el que practican estas entidades, pues se argumenta que su actividad va en menoscabo de ese escudriñamiento preciso y profundo de la actualidad que debiera ser la base del trabajo del profesional perteneciente al medio de comunicación autoproclamado independiente, calificativo éste que debe ir siempre entrecomillado. Mil libros y los que quedan, obras futuras recicladas de otras desclasificadas se han escrito sobre estas teorías que, conviene advertir, no pasan las más de las veces de la mera perogrullada. Pues bien, de igual modo que al medio independiente no se le puede reprochar porque no puede ser juzgable su inclinación por los intereses de la estructura del grupo en la que se integra, con todo lo que ello conlleva, ¿por qué habría que analizar el trabajo de un gabinete sólo desde la perspectiva negativa en tanto que filtro para el informador?
De periodista es también ser lo más ecuánime posible y ello implica colocar en una balanza los pro y los contra de una actividad. Los gabinetes, cierto es y terquedad negarlo, dificultan la tarea en determinados casos, pero sin embargo son muchas veces las que la facilita en tanto que tentáculos utilizados por determinados medios para poder abarcar parcelas de la actualidad que de otro modo serían imposibles. ¿O es viable que un periódico cuente entre sus trabajadores con un especialista en pesca submarina? Quizá valga este ejemplo un tanto frívolo para llegar a comprender las bondades que también las tienen de este tipo de entidades.
Dejó a un lado este tema y se centró Álvarez en la tarea de ofrecer una perspectiva global de los contenidos que ofrecía la sección de deportes de El País, diario que parte de la premisa de la diferenciación, bien sea mediante la oferta de otros valores en sus informaciones, bien mediante firmas destacadas y de prestigio que atraigan al lector por el mero hecho que ya es bastante y mucho más plausible que decantarse por aquel medio que fomente su autocomplacencia de leer lo que escribe tal o cual periodista. Además, como periódico nacional y generalista explicó el redactor de El País que la base de una buena crónica radica en combinar una correcta y amena, habría que añadir redacción con la premura en su realización. En el diario madrileño, asegura Álvarez, no se opta en cuanto a su elaboración por ningún punto de vista, sino por la neutralidad, con el objetivo de que las aficiones de cada parte implicada en la contienda se vean reflejadas y satisfechas con la narración de los acontecimientos.