EL ARROZ DEL AMOR

Ayer por la noche, ciencia y creencia se enfrentaban en la concentración de la Selección. El motivo: un experimento que será recordado durante muchos años. Sin embargo, mejor será reservar la ya famosa experiencia con “el arroz del amor” para el final del diario y hablar primero del día de hoy de los jugadores del equipo español.

Después de pasar por el buffet a desayunar, los dos hermanos Gasol se adelantaban al pabellón de San Pablo para ejercitarse en el gimnasio a la espera de sus compañeros de la Selección. Tras la llegada del resto de la expedición española, Sergio Scariolo comenzaba un entrenamiento que se prolongaría durante algo más de dos horas.

Al finalizar la sesión de la mañana, Sergio Scariolo, Juan Carlos Navarro y Ricky Rubio atendieron en rueda de prensa a los numerosos medios de comunicación desplazados hasta Sevilla. Tras el almuerzo, el seleccionador nacional daba la tarde libre a unos jugadores que volverían a reunirse esta noche en la cena.

Tras saber lo que han hecho los internacionales durante el día de hoy se hace necesario dar a conocer lo sucedido la noche de ayer con “el arroz del amor”. Hace quince días, a una persona del cuerpo técnico español, mejor no desvelar su nombre, se le ocurrió hablar sobre un vídeo que había visto en Internet. Se trataba de un experimento que Masaru Emoto, un médico japonés, había realizado y que se basaba en la creencia de que el estado de los alimentos puede ser influido por las palabras.

Así, según el mencionado doctor, el que a un plato de comida se le insulte o trate con cariño influye en que éste se descomponga o se mantenga en buen estado durante mayor tiempo. Vamos, que después de distribuir el programa “Humor amarillo” a países como la India, Estados Unidos o Indonesia parece que los japoneses han tenido tiempo para inventar teorías de lo más curiosas…

Ante el escepticismo del cuerpo técnico español, todos quisieron ver el citado vídeo y, cómo no, realizar también el experimento. Los cocineros del hotel de San Fernando, donde estaba por aquel entonces concentrada la Selección, hirvieron arroz y lo dividieron en dos tupperwares completamente iguales que posteriormente fueron envasados al vacío. El experimento consistía en “empapelar” la base de ambos recipientes a base de pegatinas.

En el primero de los casos éstas incluirían mensajes como “amor” y “cariño”, mientras que el segundo llevaría mensajes negativos como “odio” o “dolor”. Quince días después, el arroz de uno de los recipientes estaría prácticamente descompuesto, mientras que “el arroz del amor” se encontraría en buen estado. Eso al menos era lo que mantenía el doctor japonés…

Tras permanecer ambos tupperwares custodiados durante los reglamentarios quince días, ayer por la noche se conocía por fin el resultado del experimento español. Dos grupos bien definidos entre los miembros del cuerpo técnico: los “científicos”, que se negaban a creer en la influencia de las palabras sobre el almuerzo, y los “creyentes”, que pensaban que “el arroz del amor” se encontraría en mejor estado. En juego: una cena.

La sorpresa llegaba al abrir los recipientes, pues uno de ellos se encontraba en mejores condiciones que el otro, ¿sería el del amor? ¿o por lo contrario sería el del odio? Ciencia o creencia, por fin se sabría cuál de las dos tenía la razón en lo que ya prácticamente era cuestión de estado.

Podría decirse que ni una ni otra “ganaron” en este experimento, pues ni los dos recipientes de arroz se encontraban en el mismo estado, postura defendida por los “científicos”, ni el de los mensajes positivos fue el que tuvo mejor aspecto, que era lo que “los creyentes” pensaban que ocurriría. Finalmente, y para sorpresa de todos, el arroz mejor conservado fue el del Tupper que contenía mensajes como “odio” y “dolor”.

Teniendo en cuenta que ninguno de los dos sectores predijo correctamente lo que finalmente ocurrió con este ya famoso “arroz del amor”, ¿quién pagará ahora la cena?

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